25 Años Sin Greta Garbo

La actriz sueca se convirtió en una leyenda viva a los 36 años y en la cúspide de la fama y belleza se retiró de la vida artística

Fotos: MGM/Especial/Archivo

 

Juró que se retiraba y lo cumplió, tal y como no conceder entrevistas, ni acudir a ceremonias de premios y menos aceptar ser fotografiada. No se anduvo con medias tintas: era una mujer de convicciones. Sólo ella lo creyó cuando anunció el final de su carrera cinematográfica a los 36 años, en la cima de su fama, y con sólo 29 películas en su haber. Greta Garbo, La divina, la que superó con creces el paso del cine silente al sonoro, la que nunca necesitó un estuche de maquillaje, ni pestañas postizas y menos recurrir a una cirugía estética, pero siempre con temor a “no saber envejecer”, se despidió para siempre de la actuación.

Greta Lovisa Gustafsson (1905- 1990) nació en el barrio de Södermalm, Estocolmo, Suecia, en el seno de una familia humilde, (el padre, Karl Alfred Gustafsson, fue marino y le inculcó a la menor y preferida de sus tres hijos — a quien llamaba cariñosamente Keta— el amor por el mar (en distintas etapas de su vida, Garbo emprendió viajes transatlánticos en barco). Desde niña sintió fascinación por el teatro, pero la muerte de su padre y la situación por la que atravesaba su familia la obligó a trabajar a los 15 años en una barbería, pero sólo tres años después es becada en la Real Academia Dramática de Estocolmo.

Uno de sus profesores la recomendó con el director Eric Petscher, con quien hizo su debut oficial en 1921 con la película silente How not to war clothes, a la que seguiría Pedro el tramposo (1922). Para 1924, su destino cambiaría cuando el director y mentor Mauritz Stiller, a quien la misma actriz le adjudicaba bautizarla con su nombre artístico, cuyo apellido procedía del verbo Garbowac, que en polaco significa curtir el cuero, dejándole la contracción, le dio un  papel en La leyenda de Gosta Berling, cuyo éxito no pasó inadvertido para el magnate Louis B. Mayer, quien no dudó en contratarla y llevarla a Hollywood, para la MGM (Metro Goldwyn Mayer) por 350 dólares a la semana.

La primera película de Garbo en EU fue El torrente, a la que siguieron con éxito, Love (1927, con John Gilbert); Amor  y La mujer ligera.

La fama de la actriz sueca fue en aumento, así como los rumores acerca de su bisexualidad, acentuada por dejar vestido y alborotado al mismo Gilbert el día de su anunciada boda. Como en sus películas, Garbo aumentaba su misterio. El pánico de actrices y actores por el advenimiento del cine sonoro, no le hizo mella a quien para entonces los directores y fotógrafos ya consideraban que su rostro era “técnicamente perfecto”, La divina y, más adelante, La esfinge.  En su primer filme sonoro, Ana Cristina (1930), fue nominada para un premio Oscar.

La década de los treinta fue prolífica y exitosa para Garbo:RomanceMata HariLa reina Cristina de Suecia, y Anna Karenina, entre otras. Dos años antes de su retiro, Ninotcha, de Ernst Lubitsch —por cierto, su película preferida y la única de su filmografía en la que ríe abiertamente— le valió una nueva nominación al Oscar. En 1941 se despediría para siempre del cine con otra comedia, La mujer de dos caras. Pese al repudio que le provocaban los periodistas, y por ende, las entrevistas, Garbo trabó una sincera amistad con el periodista sueco Sven Broman, con quien mantuvo largas conversaciones en Suecia y Suiza, en el departamento de ella en Nueva York y también vía telefónica. Ella sólo le pidió que publicara lo que quisiera una vez que muriera.

Asediada por los fotógrafos durante toda su vida, solía taparse la boca en lugar de los ojos, porque era donde más se le notaba el paso de los años, de ahí que siempre salía con lentes oscuros y sombreros que le ocultaban el rostro. La revista People publicaría fotos suyas nadando desnuda, captadas con un telefoto.

Pese a una veintena de ofertas, tanto de la misma MGM como de Paramount, Fox y Warner, Garbo nunca volvió. Su salud empeoró a mediados de los ochenta: bronquitis crónica, enfisema, problemas de circulación, y se sometía a diálisis tres veces a la semana. El 15 de abril de 1990 falleció en Nueva York, a los 84 años, víctima de un síndrome renal y neumonía. Sus cenizas fueron depositadas en el cementerio Skogskyrkogarden, en Estocolmo, Suecia.

Más de 25 años junto a todos los hispanohablantes que quieren aprender sueco – Instituto de Cultura Sueca de Buenos Aires